Durante los primeros meses de novios cualquier tontería es una excusa para celebrar, para inventar cosas especiales, para arreglarte un poco más de lo normal, para sorprender al otro con un detalle absurdo que lo único que implica es que lo viste y te acordaste de él, para organizar una cenita romántica aunque sea sin salir de casa…
Pero con el cansancio y las mil cosas que tenemos en la cabeza en nuestro día a día estas cosas especiales pasan a un segundo plano, nos acomodamos, y cuando llegan los niños, mucho más.
Carmen ya tiene un año y ocho meses y mi periodo de adaptación ha sido superado muy satisfactoriamente, así que una vez adaptados Fran y yo estamos intentando recuperar esos momentos especiales que luego siempre compensan.
Fran ha estado 15 días en México, esta vez yo no lo he acompañado así que a la vuelta reservé una mesa en el restaurante Oriza.
Este restaurante está situado en una mansión de 1926, ¡lo más impresionante es el invernadero en el que está el restaurante! A mí me sigue impresionando cada vez que entro. Además del restaurante también hay una barra y mesitas al aire libre muy agradables para tomar unas tapitas e incluso varios salones para organizar cualquier evento privado.
Como os digo el restaurante es una maravilla, acogedor, luminoso y por supuesto con una comida increíble.
Al entrar es tan bonito y su personal tan atento que te imaginas que la cuenta estará por las nubes pero nada más lejos de la realidad, el equilibrio calidad precio es inmejorable.
Os recomiendo el tartar y los chipirones en su tinta con arroz, bueno, y todos todos los postres…
En resumen, ¡allí nos plantamos un miércoles cualquiera porque sí! Porque llevamos separados muchos días, porque a veces viene bien estar solos, prestándonos atención solo el uno al otro.
En la medida de las posibilidades de cada uno, debemos hacer este tipo de escapadas que alimentan muchas cosas, no solo el estómago.